Santiago Arabal: historia de un pobre niño: 2

-Siéntate, Santiago -me contestó ella-, y fíjate en lo que te voy a decir. No tienes aún doce años y no conoces las necesidades de la vida, que en breves palabras te voy a explicar. Desde mi infancia estoy trabajando; entonces no ganaba nada; luego, poco a poco, he llegado a lo que tengo hoy: dos reales diarios cuando coso y cuatro cuando plancho. No creas que esto no es nada para un pueblo pequeño como éste; raros son los jornales así que se cobran. Con ese dinero no puedo mantener a Rosa y a ti, vestiros, calzaros, pagar la contribución y vestirme y calzarme yo; no trato de mis alimentos, porque me los dan en las casas donde trabajo. De ese jornal aparto una cuarta parte desde hace años para que no me falte un pedazo de pan en mi vejez, que nada hay más triste y desamparado que la vejez del pobre. Mientras he cobrado la pensión de la niña he podido ahorrar más, pero faltándome ésta, mi modesto jornal no bastaría. -Trabajando yo... -No me interrumpas, te lo ruego....

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