Sancho Saldaña: 21

Capítulo XXI 21 Pág. 21 de 49 Sancho Saldaña José de Espronceda Con el bálsamo curóse a sí mismo las feridas; de esta manera fablando facían más corta la vía. ANÓNIMO La alegría del león que fuera de su jaula se ve libre de pronto, corre el llano, traspasa el monte y atraviesa el bosque, asombrado él mismo de no hallar pared ninguna que detenga su voluntad, que ora mira al cielo, ora ruge, sacude su melena, corre, para y se estremece de júbilo, no es más viva que la del sabio judío al verse libre de aquella horda de caribes que intentaban devorarle, y él en su corazón no pudo menos de compararla con la que sentirían los israelitas cuando tragó el mar Rojo los ejércitos de Faraón. -El Dios de Jacob no abandona nunca a sus elegidos -dijo, después de un rato de profunda meditación. -Bien puedes dar gracias a Dios -respondió el Velludo-, que si no llego a tan buena hora te tuestan como a un cochinillo. -Sí, amigo mío -respondió...

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