Sancho Saldaña: 18

Capítulo XVIII 18 Pág. 18 de 49 Sancho Saldaña José de Espronceda Salen con tanto silencio que ni las nocturnas aves sienten sus secretos pasos, ni los veladores canes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sacan los alfanjes fieros, derriban los capellares, y tíranse fuertes golpes con pensamientos mortales. Crece la rabia y desdén, la fuerza, rabia y coraje, y saltan vivas centellas de los duros pedernales. Romancero La campana de la iglesia principal tocaba a maitines cuando Usdróbal, que en vano había tratado de descansar, salió a la explanada del castillo con la misma impaciencia que si mil chispas hubieran caído sobre él y le abrasaran en todas partes a un tiempo. El camino del desierto no se le hace más lejos al caminante fatigado y sediento, el día de fiesta no le parece más tardo en llegar al jornalero holgazán ni camina tan lenta la eternidad para el condenado como le habían...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información