Sancho Saldaña: 08

Capítulo VIII 08 Pág. 08 de 49 Sancho Saldaña José de Espronceda ¿Mas qué será consuelo a un desdichado? Todo le cansa, aflige y le acongoja, fuego es el agua, el céfiro pesado, aunque vaya saltando de hoja en hoja: sierpes las flores, áspides el prado, del claro arroyo el murmurar le enoja, que cuanto por el campo alegre suena sospecha que murmura de su pena. LOPE DE VEGA Más perlas pendían de su hermosísimo cuello, orejas y cabellos, que cabellos tenía en su cabeza. CERVANTES Sancho Saldaña volvió a su gente melancólico y silencioso, y mandándoles que le siguiesen llegó a su castillo harto desesperado y de mal talante. Arrojóse a tierra de su caballo, que entregó a un escudero, y llamando a su paje favorito subió a una sala del primer piso, donde sin hablar palabra le hizo señas que le desarmara. Quitóle la cota de armas y el casco, y tirando Saldaña la espada sobre una mesa salió del cuarto, pasó a otro y corrió varias salas...

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