Principio y fin del mar

Poema en dos sueños I Yo soñé con un mar recién nacido, un mar deshabitado y en reposo, un trasparente enigma silencioso huérfano de vaivén y de sonido. Un insólito mar ensimismado en su impoluta soledad, despojo de un cósmico dolor, y por el ojo de una insondable eternidad llorado. Un aura de quietud besando apenas aquel prístino mar cuya tersura desperezaba su inocencia pura sobre la castidad de las arenas. Agua en preludio sideral dormida, agua sin navegantes y sin peces que un ósculo sutil rozaba a veces cual tímida promesa de la vida. Líquida calma sin asombro humano que sondara el misterio de la hondura ni brazo que alargara la insegura y trémula caricia de una mano. Planicie sin arruga y sin ultraje bajo un aire que besa y que no riza, doncellez de cristal que se horroriza de la posible violación de un viaje. Agua sobre la tierra sin pecado —sin noche, sin ocaso, sin aurora— y que del gran delito provisora, fuera como bautismo anticipado. Diamantina...

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