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Prim Capítulo XVIII de Benito Pérez Galdós Amaneció el 11 de Junio, revuelto y brumoso, y el aire traía un aliento cálido precursor del Levante. Como domingo, el Grao se adormecía en el descanso de las faenas comerciales. Triste es el día festivo, dígase lo que se quiera, en los puertos de mar; tristes el silencio y quietud de los muelles, las banderas izadas en los barcos sin ruido, los marineros endomingados, las embarcaciones menores, gabarras y botes, metidos todos juntos en estrecha dársena, y apretados unos contra otros dando cabezadas, como el rebaño dentro de las teleras... Así lo pensaba el bueno de Ibero, que después de divagar por los muelles, recorría todo el espigón hasta la farola... Hacia la mar ancha miraba, y no viendo lo que ver quería, tornaba a los muelles y se asomaba a las puertas de los cafetines próximos al puerto. Bien decía su rostro la impaciencia y ansiedad que turbaban su ánimo: buscaba en la mar un barco, en la tierra un hombre, y...

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