Poema:Cuatro redondillas castellanas

A la muerte de Su Majestad Cuando un estado dichoso esperaba nuestra suerte, bien como ladrón famoso vino la invencible muerte a robar nuestro reposo; y metió tanto la mano aqueste fiero tirano, por orden del alto cielo, que nos llevó deste suelo el valor del ser humano. ¡Cuán amarga es tu memoria, oh dura y terrible faz! Pero en aquesta victoria, si llevaste nuestra paz, fue para dalle más gloria; y, aunqu'el dolor nos desvela, una cosa nos consuela: ver que al reino soberano ha dado un vuelo temprano nuestra muy cara Isabela. Una alma tan limpia y bella, tan enemiga de engaños, ¿qué pudo merecer ella, para que en tan tiernos años dejase el mundo de vella? Dirás, Muerte, en quien se encierra la causa de nuestra guerra, para nuestro desconsuelo, que cosas que son del cielo no las merece la tierra. Tanto de punto subiste en el amor que mostraste, que, ya que al cielo te fuiste, en la tierra nos dejaste las prendas que más quesiste. ¡Oh Isabela Eugenia...

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