Pelechar

Pelechar A medida que el pasto ralea y se acorta, el pelo de los animales crece, se abulta y se tupe. Imprevisor, el gaucho no ha sabido juntar provisiones, para proteger a sus animales contra la penuria invernal; y tampoco se acordó que las noches de helada son largas, para pasarlas a campo raso, con la barriga vacía. «Son sufridos», dice. ¡Oh! Sí, son; y tienen que serlo de veras, para llegar a la primavera sin haberse resbalado en alguno de los hoyos que tan bien les han preparado el hambre, el frío y la dejadez. La naturaleza no lo puede hacer todo, y no le alcanzan los galpones para tanta familia, pero cuando llega el mal tiempo, les proporciona a todos una cobija, que va aumentando de espesor, con los rigores de la estación. No es traje de lujo, por cierto, pero tapa algo los huesos a los pobres animales hambrientos y flacos, y les ataja un poco el frío. No los mantiene, pero siquiera los calienta y sirve de forro a su miseria. De lejos, casi puede dar la ilusión de la...

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