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08/07/2010 328 Palabras

<pagequality level="3" user="LadyBots" /> — 26 — armas desde los pies á la cabeza; y ya no hay quien sin sacar los pies de los estribos, arrimado á su lanza, solo procure descabezar, como dicen, el sueño como lo hacian los caballeros andantes: ya no hay ninguno que saliendo deste bosque entre en aquella montaña, y de alli pise una esteril y desierta playa del mar, las mas veces proceloso y alterado, y hallando en ella y en su orilla un pequeño batel sin remos, vela, mástil ni jarcia alguna, con intrépido corazón se arroje en él, entregándose á las implacables olas del mar profundo, que ya le suben al cielo y ya le bajan al abismo, y él, puesto el pecho a la incontrastable borrasca, cuando menos se cata se halla tres mil y mas leguas distante del lugar donde se embarcó, y saltando en tierra remota y no conocida le suceden cosas dignas de estar escritas, no en pergaminos, sino en bronces. Si no díganme, ¿quien mas honesto y mas...

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