No transige la conciencia: 7

Una culpa secreta, arrastrando sus terribles consecuencias, enlazadas unas a otras cual un grupo de serpientes, había ya costado la felicidad y la vida a la que la cometió, y la razón a la que la concibió; pues el anatema y la muerte de Ismena condujeron a Nora a la casa de locos. Y sin embargo, su horrenda rastra y sus amargas influencias no habían parado aquí, y emponzoñaban los últimos años de la existencia, hasta entonces tan serena y apacible, del general conde de Alcira. Se reconvenía el excelente anciano, sin cesar, por la palabra dura y acerba que la indignación arrancara a sus labios, y que era la sola con la que en su vida toda había herido a un corazón destrozado y marchito, que imploraba una suave y santa palabra para dejar de latir tranquilo, y que sólo halló un cruel baldón, con el cual murió desesperado. -Lloraba ardientes lágrimas por no haber concedido aquel perdón, que sólo pudo faltar un instante a su corazón generoso; ¡y este instante había...

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