Narváez : 9

Narváez Capítulo IX de Benito Pérez Galdós Al pasar de nuevo por la casa de Miedes, vimos en la puerta a la tía Ranera, dentro de un círculo formado por otras vejanconas y unos arrapiezos de la vecindad. Con diligente afán cosía en la mortaja el pedazo de estameña que faltaba. «Está igual o pior -nos dijo-, y tan disparado del caletre, que discurre lo mesmo que un molino de viento. El médico ha prenosticado que si le repite el arrebato de pintarla de galán, poniéndose negro del golpe de sangre en la cabeza, en él se quedará como si le retorcieran el pescuezo... Ya ven los señores que me estoy dando priesa, y para tenerlo todo aparejado y que no digan, también he traído las velas... ¡Pobre señor! era el primer cristiano de la cristiandad, más bueno que San José bendito... ¡Vaya por lo que le ha dado ahora, al cabo de los años!... ¡Por enamorarse de la que llama la princesa Filipolida, que según dicen es una puerca, y viste a la similitú de las gitanas!...

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