Narváez : 5
Narváez Capítulo V
de Benito Pérez Galdós
La franca risa con que el buen párroco acogió estas turbadas expresiones, me tranquilizó. «No hagas caso, Pepito: la señora Marquesa se asusta de la majestad del lugar, de la imponente elevación de los muros. En cuanto a los habitantes, nada tienen de terroríficos. Entra y verás.
-Fue la primera impresión -dijo Ignacia agarrándome el brazo-. Entraré contigo si quieres; pero mejor fuera no haber venido.
-¡Qué tontería! Sean lo que quieran, ¿nos van a comer? Entremos, y vaya por delante de cicerone el Sr. de Miedes».
Salvamos el boquete abierto en el adarve, pasamos junto al cubo, que enhiesto y amenazador se mantiene, desafiando el cielo, subimos la escalera que conduce al interior de la torre del Homenaje, de la cual sólo queda un cascarón informe, y bajo una bóveda festoneada de hierbatos, encaramos con la familia errante, que allí tenía su aposento. Adelantose a recibirnos el padre o cabeza de la pequeña...
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