Miguel Strogoff: Segunda Parte: Capítulo XIII

Un correo del Zar Un movimiento simultáneo impulsó a todos los miembros del Consejo hacia la puerta entreabierta del salón: ¡Un correo del Zar había llegado a Irkutsk! Si los oficiales hubieran reflexionado por un instante la improbabilidad de este hecho, lo hubieran tomado, ciertamente, como por un imposible. El Gran Duque se dirigió con impaciencia hacia su ayudante de campo, diciéndole: -¡El correo! Entró un hombre. Tenía el aspecto de estar abrumado por la fatiga. Llevaba un vestido de campesino siberiano, usado, hecho jirones, y en el cual se apreciaban agujeros practicados por el impacto de las balas. Un gorro moscovita le cubría la cabeza y una cuchillada, mal cicatrizada aún, le cruzaba la mejilla. Este hombre, evidentemente, había hecho un largo y penoso camino. Su calzado, completamente destrozado, indicaba que había tenido que recorrer a pie una parte del viaje. -¿Su Alteza, el Gran Duque? -preguntó al entrar. El Gran Duque fue hacia él. -¿Tú eres correo...

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