Marianela: 12

Capítulo XII 12 Pág. 12 de 22 Marianela Benito Pérez Galdós El doctor Celipín El señor Centeno, después de recrear su espíritu en las borrosas columnas del Diario, y la Señana, después de gustar el más embriagador deleite sopesando lo contenido en el calcetín, se acostaron. Habían marchado también los hijos a reposar sobre sus respectivos colchones. Oyose en la sala una retahíla que parecía oración o romance de ciego; oyéronse bostezos, sobre los cuales trazaba cruces el perezoso dedo... La familia de piedra dormía. Cuando la casa fue el mismo Limbo, oyose en la cocina rumorcillo como de alimañas que salen de sus agujeros para buscarse la vida. Las cestas se abrieron y Celipín oyó estas palabras: -Celipín, esta noche sí que te traigo un buen regalo; mira. Celipín no podía distinguir nada; pero alargando su mano tomó de la de María dos duros como dos soles, de cuya autenticidad se cercioró por el tacto, ya que por la vista difícilmente...

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