Los tres mosqueteros: Capítulo XXXIII
Los tres mosqueterosDoncella y señora
de Alejandro Dumas (padre)
Entre tanto, como hemos dicho, pese a los gritos de su conciencia y a los sabios consejos de Athos, D'Artagnan se enamoraba más de hora en hora de Milady; por eso no dejaba de ir ningún día a hecerle una corte a la que el aventurero gascón estaba convencido de que tarde o temprano no podía dejar ella de corresponderle.
Una noche que llegaba orgulloso, ligero como hombre que espera una lluvia de oro, encontró a la doncella en la puerta cochera; pero esta vez la linda Ketty no se contentó con sonreírle al pasar, le cogió dulcemente la mano.
-¡Bueno! - se dijo D'Artagnan-. Estará encargada de algún mensaje para mí de parte de su señora; va a darme alguna cita que no habrá osado darme ella de viva voz.
Y miró a la hermosa niña con el aire más victorioso que pudo adoptar.
-Quisiera deciros dos palabras, señor caballero... - balbuceó la doncella.
-Habla, hija mía, habla - dijo D'Artagnan-, te...
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