Los tres mosqueteros: Capítulo IV

Los tres mosqueterosEl hombro de Athos, el tahalí de Porthos y el pañuelo de Aramis de Alejandro Dumas (padre) D'Artagnan, furioso, había atravesado la antecámara de tres saltos y se abalanzaba a la escalera cuyos escalones contaba con descender de cuatro en cuatro cuando, arrastrado por su carrera, fue a dar de cabeza en un mosquetero que salía del gabinete del señor de Tréville por una puerta de excusado; y al golpearle con la frente en el hombro, le hizo lanzar un grito o mejor un aullido. -Perdonadme - dijo D'Artagnan tratando de reemprender su carrera-, perdonadme, pero tengo prisa. Apenas había descendido el primer escalón cuando un puño de hierro le cogió por su bandolera y lo detuvo. -¡Tenéis prisa! - exclamó el mosquetero, pálido como un lienzo-. Con ese pretexto golpeáis, decís: «Perdonadme», y creéis que eso basta. De ningún modo, amiguito. ¿Creéis que porque habéis oído al señor de Tréville hablarnos un poco bruscamente hoy, se nos puede...

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