Los seis velos: 6

Los seis velos de Pedro Antonio de Alarcón Parte quinta. El velo negro. I Sigue Rafael El velo con que siempre se me aparecía aquella mujer iba obscureciéndose poco apoco, como su destino y como mi alma. Ciñó primero el velo blanco de la inocencia; después, el velo rosado de la dicha; luego, el velo verde de criminales deseos y esperanzas; en seguida, el velo azul del desamparo y la tristeza... No fue mucho, por tanto, que, al aparecérseme otra vez, ciñera el velo negro del pesar y los remordimientos... Era el día de Finados. Estaba yo en el cementerio que guarda las cenizas de mis padres, y paseábame por aquellas largas calles de tumbas como un alma en pena. De pronto distinguí entre el gentío una pobre mujer vestida de negro, que colocaba algunas flores sobre la sepultura de un niño. ¡Era ella! -Procuré que no me divisara... ¡No quise que mi vista acrecentase su dolor, recordándole aquel tiempo dichoso en que la vi...

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