Los seis velos: 4
Los seis velos
de Pedro Antonio de Alarcón
Parte tercera.
El velo verde
I
(Habla Rafael.) -Inútilmente busqué a Matilde por todo Sevilla: no la encontré.
Pasó un año.
Mi amor, mi extravagante amor, era una monomanía, una locura.
Cuando un hombre de mi temple se fija en un deseo y no lo consigue, vive como Prometeo, sintiendo en las entrañas el lento roer de un buitre.
Veía otras mujeres, otras caras; yo era lo bastante rico para hacerme amar; lo bastante joven para inspirar amor; pero yo no quería otra mujer que aquélla. Yo la había visto niña, virgen, inocente. Yo había meditado sobre su destino. Yo había seguido su vida con la imaginación. Yo estaba íntimamente ligado a ella... Y, por tanto, padecía como un esposo ofendido, como un amante abandonado, como un bienhechor a quien afligen la ingratitud y la perfidia de su cliente.
Tal era mi estado la tercera vez que la vi.
II
Terminaba un baile de máscaras en el gran salón...
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