Los lobos
Los lobos
de Evaristo Carriego
Una noche de invierno, tan cruda
que se fue del portal la Miseria,
y en sus camas de los hospitales
lloraron al hijo las madres enfermas,
con el frío del Mal en el alma
y el ardor del ajenjo en las venas,
tras un hosco silencio de angustias,
un pobre borracho cantó en la taberna:
-Compañero: no salgas, presiento
algo raro y hostil en la acera.
...La invadieron aullando los lobos...
Asómate, hermano. ¡La calle está llena!
Son los mismos que espían tu paso
en la sombra sin fin de su senda,
los que en sórdidas tropas se anuncian
y en horas terribles arañan la puerta...
...¿Que no entiendes? ¿No tiembla tu prole
al salvaje ulular de las bestias?...
¿Nunca vio la Desgracia? ¿Fue siempre
la entraña sin hambre, la entraña repleta?
...Continúan aullando, ¿no oíste?
Ritornelo feroz que resuena
como un lúgubre grito flotando
por sobre la cuna que mece la anemia.
¡Y son todos! No falta ninguno;
y la noche...
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