Los duendes de la camarilla : 5

Los duendes de la camarilla Capítulo V de Benito Pérez Galdós -Aunque usted se enfade, aunque usted me pegue -contestó Lucila sacando las palabras del seno de su intensa amargura-, le digo... Domiciana, le digo que no he venido por la limosna que suele darme, para un día, o para tres... Ya sé que eso, su buen corazón no me lo niega... Domiciana, no vengo a eso... Pégueme, Domiciana, pero... yo le digo que estoy atribuladísima... Un miedo horrible, un presentimiento... Imposible guardar mucho tiempo más el escondite de Tolomín... Siento los pasos de la maldita policía... los siento aquí, en mi corazón... ¡pum, pum!... ya vienen... y si cogen al pobre Tolomín, yo, Domiciana... yo... Nada; pasará una de estas tres cosas: o me muero, o me mato... o mato a alguien. Créalo usted: soy una leona; pero una leona... Figúrese una madre a la que le quitan su hijo, un niño chiquitín... Pues Tolomé perseguido, condenado a muerte, herido y enfermo, es para mí como una...

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