Los duendes de la camarilla : 33

Los duendes de la camarilla Capítulo XXXIII de Benito Pérez Galdós ...esposa de Vicente Halconero, rico labrador de la Villa del Prado, ¡oh suerte, oh dicha, y admirable dictamen de la Providencia! En la capilla de los Dolores oyeron los esposos misa rezada, que dijo D. Martín Merino, y en verdad que necesitó Lucila de toda su voluntad para oírla con devoción, porque entre su pensamiento y el oficiante, que al mismo Cristo representaba, se interponían recuerdos, imágenes e ideas que ella quería expulsar de sí para el resto de sus días. Siempre que el adusto sacerdote al pueblo se volvía para decirnos que el Señor está con todos, con el pueblo en fin, la recién casada bajaba los ojos... En una de estas, no los bajó tan a tiempo que dejara de ver la brillante mirada del clérigo riojano que le decía: «Sé la historia... ¿Quieres que te la cuente?...». Cuando le vio partir para la sacristía, Lucila daba vueltas en su cerebro a esta idea: «¡Vaya con mis...

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