Los duendes de la camarilla : 3

Los duendes de la camarilla Capítulo III de Benito Pérez Galdós Con una recomendación semejante se dormía todas las noches el desdichado Tomín. Si en los primeros días de su doloroso cautiverio le atormentó el insomnio, una vez descansado y convaleciente, la naturaleza en vías de reparación abandonábase a un sopor parecido a la embriaguez, sólo turbado a ratos por la idea de que dejándose caer sin interrupción por la resbaladiza pendiente del sueño, iría sin pensarlo a parar en la muerte... Viéndole aquella noche al borde de la caída, Lucila o Cigüela le empujó en vez de contenerle; le pasó la mano por los ojos, le besó la frente, le acunó con suaves arrullos de nodriza, no sin decirle que durmiera descuidado: ella le despertaría cuando fuera tiempo. Al sentirle dormido, se acomodó a su vera, en lo más bajo del camastro, sentándose a la turca y reclinando su cabeza blandamente sobre el hombro sano del Capitán. Antes apagó la luz de la linterna, que...

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