Los duendes de la camarilla : 17

Los duendes de la camarilla Capítulo XVII de Benito Pérez Galdós Con pena de abandonar su casa y el cuidado de Tomín, consagró Lucila la mañana siguiente a los deberes filiales. El buen Ansúrez necesitaba consuelos, tiernas palabras que le infundieran ánimo y confianza, ideas y razonamientos juiciosos para pescar otro empleo. Hija y padre disertaron, esparciendo ansiosas miradas por todas las políticas aguas que conocían. ¿A qué pescadores podrían arrimarse? Con el Sr. Taja, que había dado a Jerónimo su primer destino, en la portería del Fiel Constraste y Almotacén, no había que contar ya. El Sr. Zaragoza, que le había empleado en el Teatro Real, no era ya jefe político ni estaba a la sazón en Madrid, y para llegar al nuevo Gobernador, D. Melchor Ordóñez, no veían ningún camino. ¿A quién volverse, a quien marear y aburrir hasta obtener la credencial, concedida por la fuerza del tedio más que por la piedad? Indicadas y discutidas diferentes personas,...

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