Los dos memoriales
Los dos memoriales
de Fernán Caballero
En una de las humildes casas cobijadas por techos de anea o chamiza, de los que en casi su totalidad se compone el pueblo de Dos Hermanas, estaba, a fines del verano de 1862, una anciana, en cuyo expresivo rostro se pintaba la aflicción y la angustia, ocupada en reunir unas sillas bastas, unos cuadritos y otros enseres de poco valor, pero de gran precio para su dueña, pues constituían todo su ajuar.
-¿Qué está usted haciendo, tía Manuela? -la preguntó otra mujer joven y alta, cuyas ropas raídas demostraban suma pobreza, y cuyo semblante abatido atestiguaba también en ella pesares-. ¿Se va usted a mudar?
-Yo, no, Josefa, hija -contestó la anciana-, pero voy a mudar mi ajuar. Arrepara el techo de mi casa, que se ha vencido y está para desplomarse, por lo que voy a pedirle a Rosalía que me recoja estos chismes en su casa.
Yo ayudaré a usted a mudarlos -repuso la joven, y cargando con parte del ajuar, precedida por la dueña, que...
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