Los condenados: 18
Los condenados
de Benito Pérez Galdós
Escena II
JOSÉ LEÓN, SALOMÉ.
SALOMÉ.- ¿Qué recado es ése?
JOSÉ LEÓN.- (Meditabundo, mirando al suelo.) Nada... Solicitando el arriendo de esa finquita... ya sabes... Allí estaremos muy bien, y podremos vivir, ¡ay! (Suspirando fuerte.) mejor que en estas desdichadas y tristes ruinas.
SALOMÉ.- ¡Oh, sí; esto es muy triste!... Esa torre, la negrura de esas piedras... Pero nada me agobia el alma como la vecindad de la maldita viuda... (JOSÉ LEÓN, abstraído, no la oye.) Feliciana, hombre, ¿no oyes lo que te digo?
JOSÉ LEÓN.- ¿Feliciana?... ¿Y qué te importa?
SALOMÉ.- La aborrezco... ¡Dios me lo perdone!... desde que me dijeron que la habías tratado en Sangüesa.
JOSÉ LEÓN.- (Sentándose a su lado.) ¡Bah, bah! No te ocupes de eso, vida mía. (Queriendo mudar de conversación.)
SALOMÉ.- ¡Cuánto me gusta que me llames vida mía! Vida mía, vida tuya; es decir, que soy tu propia vida.
JOSÉ LEÓN.- ...
Está viendo el 12% del contenido de este artículo.
Solicitud de acceso
Solicite el acceso a su biblioteca para poder consultar nuestros recursos electrónicos.
Ventajas de ser usuario registrado.
ACCESO COMPLETO
Acceso sin restricciones a todo el contenido de la obra.
SIN PUBLICIDAD
Sólo información contrastada de prestigiosos sellos editoriales.
ACTUALIZACIÓN
Contenidos de renombrados autores y actualizaciones diarias.
La nueva plataforma del Consorcio ofrece una experiencia de búsqueda de fácil manejo y de gran usabilidad. Contiene funciones únicas que permiten navegar y realizar consultas de manera ágil y dinámica.
Convenios especiales:
Enseñanza
Bibliotecas públicas