Los asesinos

La puerta de la cafetería de Henry se abrió y dos hombres entraron. Se sentaron a la barra. —¿Qué va a ser? —les preguntó George. —No sé —dijo uno de los hombres. ¿Qué quieres comer, Al? —No sé —dijo Al—. No sé qué quiero, comer. Afuera oscurecía. Las luces de la calle se encendieron al otro lado de la ventana. Los dos hombres en la barra leyeron el menú. Desde el extremo opuesto de la barra Nick Adams los observaba. Había estado hablando con George cuando los otros entraron. —Sírveme un filete de cerdo asado con puré de manzana y puré de papas —dijo el primer hombre. —No está listo aún. —Entonces ¿para qué demonios lo pones en la carta? —Es la cena —explicó George—. Pueden ordenarlo a las seis. George miró el reloj que estaba en la pared tras la barra. —Son las cinco. —El reloj marca las cinco y veinte —dijo el segundo hombre. —Adelanta veinte minutos. —Oh, al diablo con el reloj —dijo el primer hombre—....

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