Lo criollo

Lo criollo de Godofredo Daireaux Don Victoriano Ortiz, al tranco sosegado de su crédito, penetró con don José, el resero, en el rodeo de sus vacas -unas mil cabezas-, parado en una lona medanosa, y caminaron ambos, despacio, entre el oleaje de grupas y de astas, tratando el resero de no pisarse en sus cálculos y de darse buena cuenta del estado de los animales y de su valor, y Ortiz, de remover delante él los novillos más grandes y gordos. -¿Qué le parece, don José, la novillada?, van tres años que no vende; se puede cortar de a puntas. -Sí, cierto -contestó el resero-. Hay bastante novillada grande; pero es muy criolla. -¿Le parece? Y quedó Ortiz todo desconsolado, como quien pierde la ilusión de un gran esfuerzo inútil, al acordarse que había podido conservar, hacía tres años, en su rodeo, durante unos meses, un torito mestizo, de la estancia vecina, creyendo asegurado así el refinamiento rápido de su hacienda. Barrosas y chorreadas, hoscas y bayas,...

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