Las tormentas del 48: 30

Las tormentas del 48 Capítulo XXX de Benito Pérez Galdós 6 de Junio.- Al reanudar hoy el cuento de mi vida, veo que la confesión última, con la cual debo empalmar la presente, es irrespetuosa y depresiva para mi futura compañera. Pero, atento a que la sinceridad resplandezca siempre en cuanto escribo, no borraré aquellos conceptos, impresión fiel de lo que entonces pensaba y sentía. Distintas son hoy mis impresiones, y puedo manifestar que en estos días no me ha parecido mi novia tan desgraciada de figura como la describí en otra ocasión. Sea porque le han puesto algún milagroso corsé, sea porque la naturaleza, por influjo de amor, tiende a enmendar sus propias imperfecciones, ello es que, viendo ayer a María Ignacia, antojóseme regularmente formada, y casi casi un poquito esbelta; y aún me dan tentaciones de creer que se le va corrigiendo la fealdad de la boca, o que se le reduce a un simple defecto que fácilmente se disimula con la seriedad: no veo yo que sea...

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