Las tormentas del 48: 28

Las tormentas del 48 Capítulo XXVIII de Benito Pérez Galdós Sigo con mi historia de estos días, y de los hechos gratos paso a los menos placenteros, de las flores a los abrojos, y de lo perfumado a lo pestilente. ¿Qué cosa existe más fea y desagradable para nuestros sentidos, tacto, vista, olfato, que el vernos privados de los precisos dineros para las atenciones de la vida, ora sean éstas de las elementales, ora de las artificiosas y superfluas que crea y fomenta nuestra estúpida vanidad? Y no era lo peor que yo careciese de aquella materia vivificante, sino que me apretasen los usureros para el pago de lo que les debía, estrechándome con tal rigor de cerco militar, que se creería que el cielo los desataba en mi persecución, como aquellos vándalos que del Norte vinieron sobre estos infelices pueblos mediterráneos. Mi insolvencia, más marcada cada día, les irritaba, trocándoles en fieras. Contra su persecución no me valían ya ni escondites, ni esquinazos, ni...

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