Las tormentas del 48: 11

Las tormentas del 48 Capítulo XI de Benito Pérez Galdós ¡Casarme! ¡Dios! Inaudita sorpresa... De cuanto en el mundo existe pensé que me hablaría mi hermana menos de matrimonio. ¡Casarme! ¿Y con quién? ¿Será con la incógnita dama del baile? Esta sospecha elevó al máximo grado el inmenso desvarío que la extraña declaración de Catalina produjo en mi mente. Bueno, Señor; que me la traigan, en su verídica forma y rostro, pues yo no puedo comprometerme a ser esposo de una máscara. -Está bien -dije a mi hermana...-. ¿Y puedo saber con quién me caso? -¿Quieres callarte, chiquillo? -replicó ella con infantil enojo-. Apenas se te habla de boda, ya estás pensando en melindres. Conténtate por ahora con saber que me ocupo en curarte, conforme a la receta del prudentísimo Cardenal, y espera mis acuerdos con todo el recogimiento y la honestidad que el caso pide. -Pero, hermana querida, ¿por qué has de ver malos pensamientos en este deseo mío, tan natural, tan...

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