Las aventuras de Arthur Gordon Pym: Capítulo XXIII

Las aventuras de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe Durante los seis o siete días siguientes permanecimos en nuestro escondite de la colina, saliendo sólo algunas veces y con muchas precauciones5 en busca de agua y de avellanas. Habíamos hecho una especie de cobertizo sobre la plataforma, disponiéndolo con un lecho de hojas secas, y colocando en el tres grandes piedras llanas, que nos servían de chimenea y de mesa. Encendimos fuego sin dificultad cortando dos trozos de madera seca, uno blando y otro duro. El ave que habíamos cogido en tan buen momento nos proporcionó una excelente comida, aunque su carne era algo correosa. No se trataba de un ave oceánica, sino de una especie de garza real, de un plumaje negro azabache y pardusco, y alas diminutas en proporción a su tamaño. Después vimos tres de la misma especie en las proximidades del barranco, que parecían buscar a la que habíamos capturado; pero, como no llegaron a posarse, no tuvimos ocasión de...

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