Las aventuras de Arthur Gordon Pym: Capítulo IX
Las aventuras de Arthur Gordon Pym
de Edgar Allan Poe
Afortunadamente, poco antes de anochecer nos amarramos firmemente los
cuatro a los restos del cabrestante, tumbándonos de este modo sobre la cubierta lo más
aplastados posible. Esta precaución fue lo único que nos salvó de la muerte. De todas
maneras, estábamos más o menos aturdidos por el inmenso peso de agua que nos cayó
encima, y que no nos arrastró hasta que estuvimos casi exhaustos. Tan pronto corno
pude recobrar el aliento, llamé en voz alta a mis compañeros. Pero sólo contestó
Augustus, diciendo:
¡ Todo se ha acabado para nosotros! ¡ Dios tenga misericordia de nuestras almas!
Poco a poco, los otros dos fueron recobrando el habla y nos exhortaron a tener ánimos,
pues aún había esperanzas, sabiendo que era imposible que el bergantín se hundiese,
debido a la naturaleza del cargamento y porque, además, parecía probable que la
tempestad amainase por la mañana. Estas palabras me reanimaron; por extraño...
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