Lágrimas: 09

Capítulo VIII 09 Pág. 09 de 31 Lágrimas Fernán Caballero OCTUBRE, 1845. Era por cierto Tiburcio un ente desgraciado en Villamar. Sacado de la esfera en que tan feliz hubiese sido, veíase superior a su círculo y a su posición, sin medios, méritos, relaciones, ni carácter a propósito para adquirir otra. Por desgracia el amor propio, monstruo que engendra el tratar siempre con inferiores en alcances, y el vuelo que toma así el espíritu de superioridad, que ya no se para ni modera, le hicieron creer que todo se lo merecía, y que era por consiguiente una victima de la fatalidad, viendo que tantos que valían menos que él hacían carrera, mientras su mala suerte lo tenía, nuevo Prometeo, atado en Villamar, ese Caúcaso suyo, en donde su madre hacía el papel de buitre, devorándole a cada paso con sus sandeces, si no las entrañas, las ilusiones y esperanzas. Tenía Tiburcio pretensiones a todo y aptitud para nada. No tenía alcances; se los había negado la...

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