La vuelta al mundo en la Numancia : 30

La vuelta al mundo en la Numancia Capítulo XXX de Benito Pérez Galdós De las delicias de la isla, llamada con razón Cuna de Venus, se ausentaron los españoles con vivo desconsuelo. ¿Cuándo y dónde encontrarían un oasis, un paraíso semejante? El día de la salida, dijo Fenelón a su amigo Ansúrez: «No subo a cubierta; no quiero que me vean los espías de Pomaré. Me voy a escondidas... Prometí quedarme de director de las Reales Máquinas... Los ruegos, el llanto de Pomaré, me arrancaron una promesa que no puedo cumplir, mi palabra de honor...». De las inauditas hazañas amorosas que contó a su amigo, dedujo este que habían sucumbido a los encantos del francés la Reina y todas sus damas, no pocas señoritas de las colonias inglesa y francesa, y dos tercios o poco menos del sexo femenino de clase popular... Todo se lo creía el buen Ansúrez, que se hallaba en un estado psicológico propicio a la ingestión de mentiras. Sus facultades pendían de la esperanza de...

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