La tumba india

Al margen de Fritz Lang —De modo que para eso acudiste a la cita, para decirme que por fin te casas con él.—Sí. Lo siento.—No lo sientas. En realidad, no hay nada que sentir, nada que lamentar. Todo está bien. ¿Y cuándo te casas?—A comienzos de julio.—Perfectamente. Que sean muy felices. Creo que harás una magnífica ama de casa.—Por Dios, no son de tu estilo esos sarcasmos.—Si crees que a esto se le puede llamar un sarcasmo, estás muy equivocada. Puro y simple rencor, puras y simples ganas de mandarte a la chingada, ¿qué te parece?—Que no lo tomas con mucha elegancia que digamos.—¿Y qué me dices de la elegancia con que vienes aquí, después de llevar yo una hora esperándote, y me dices así, tranquilamente, que es la última vez que nos vemos? ¿Qué me dices de eso?—Pensé que no te tomaría de sorpresa. Ya habíamos hablado de ello. En realidad, desde que iniciamos nuestra relación estaba claro que seríamos libres y que no habría ningún...

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