La tierra de todos : 5
La tierra de todos
de
Vicente Blasco Ibáñez
V
Unos trabajadores aragoneses que habían emigrado á la Argentina,
llevando una guitarra como lo más precioso de su bagaje para acompañar
las coplas «sacadas de su cabeza», al verla pasar á caballo dedicaron
una canción á «la Flor de Río Negro».
Este apodo primaveral se difundió inmediatamente por el país, y todos
llamaron así á la hija del dueño de la estancia de Rojas; pero su
verdadero nombre era Celinda.
Tenía diez y siete años, y aunque su estatura parecía inferior á la
correspondiente á su edad, llamaba la atención por sus ágiles miembros
y la energía de sus ademanes.
Muchos hombres del país, que admiraban lo mismo que los orientales la
obesidad femenil, considerando una exuberancia de carnes como el
acompañamiento indispensable de toda hermosura, hacían gestos de
indiferencia al escuchar los elogios que dedicaban algunos á la niña
de Rojas. Admitían su rostro gracioso y picaresco, con...
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