La tierra de todos : 15
La tierra de todos
de
Vicente Blasco Ibáñez
XV
Marchó Watson hacia el pueblo, sintiendo en su interior la comezón de
una conciencia que empieza á perder su tranquilidad.
Recordaba con remordimiento aquel breve diálogo en el parque
improvisado, durante el cual habló duramente á Robledo. «¡Y por esa
mujer--pensaba--que lleva los hombres á la muerte, he maltratado al
mejor de mis amigos!»
Luego, el rostro triste y lloroso de Celinda sucedía en su imaginación
á la cara bondadosa de Robledo.
«¡Pobre Flor de Río Negro!--siguió diciéndose--. Debo ir mañana á
implorar su perdón, si es que se digna escucharme.»
Entró en la Presa ensimismado, dejándose llevar por el instinto de su
cabalgadura; pero de pronto notó que ésta quería detenerse, y al
levantar su cabeza se dió cuenta de que estaba ante la casa de la
Torrebianca.
El comisario de policía, ayudado por dos de sus hombres, empujaba con
suavidad al último grupo de curiosos, llevándoselo por...
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