La tía Tula:VIII
La tía Tula
de Miguel de Unamuno
Gertrudis, que se había instalado en casa de su hermana desde que esta dio por última vez a luz y durante su enfermedad última, le dijo un día a su cuñado:
–Mira, voy a levantar mi casa.
El corazón de Ramiro se puso al galope.
–Sí –añadió ella–, tengo que venir a vivir con vosotros y a cuidar de los chicos. No se le puede, además, dejar aquí sola a esa buena pécora del ama.
–Dios te lo pague, Tula.
–Nada de Tula, ya te lo tengo dicho; para ti soy Gertrudis.
–¿Y qué más da?
–Yo lo sé.
–Mira, Gertrudis...
–Bueno, voy a ver qué hace el ama.
A la cual vigilaba sin descanso. No le dejaba dar el pecho al pequeñito delante del padre de este, y le regañaba por el poco recato y mucha desenvoltura con que se desabrochaba el seno.
–Si no hace falta que enseñes eso así; en el niño es en quien hay que ver si tienes o no leche abundante.
Ramiro sufría y Gertrudis le sentía sufrir.
–¡Pobre Rosa! –decía de...
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