La república -Libro VIII

I. -Muy bien. Hemos convenido, ¡oh, Glaucón!, en lo siguiente. En la ciudad que aspire al más excelente sistema de gobierno deben ser comunes las mujeres, comunes los hijos y la educación entera e igualmente comunes las ocupaciones de la paz y la guerra; y serán reyes los que, tanto en la filosofía como en lo tocante a la milicia, resulten ser los mejores de entre ellos. -Convenido -dijo. -También reconocimos esta otra cosa: que, una vez hayan sido designados los gobernantes, se llevarán a los guerreros para asentarles en viviendas como las antes descritas, que no tengan nada exclusivo para nadie, sino sean comunes para todos. Y además de estas viviendas dejamos arreglada, silo recuerdas, la cuestión de qué clase de bienes poseerán. -Sí que me acuerdo -dijo- de que consideramos necesario que nadie poseyera nada de lo que poseen ahora los otros , sino, en su calidad de atletas de guerra y guardianes, recibirían anualmente de los demás, como salario por su guarda, la...

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