La Regenta:IX

La Regenta - Capítulo IX de Leopoldo Alas En la Plaza Nueva, en una rinconada sumida ya en la sombra está el palacio de los Ozores, de fachada ostentosa, recargada, sin elegancia, de sillares ennegrecidos, como los del Casino, por la humedad que trepa hasta el tejado por las paredes. Al llegar al portal Ana se detuvo; se estremeció como si sintiera frío. Miró hacia la bocacalle próxima; por allí el horizonte se abría lleno de resplandores. La calle del Águila era una pendiente rápida que dejaba ver en lontananza la sierra y los prados que forman su falda, verdes y relucientes entonces. Cruzaban la plaza y pasaban sobre los tejados golondrinas gárrulas, inquietas, que iban y venían, como si hiciesen sus visitas de despedida, próximo el viaje de invierno. -Oye, Petra, no llames; vamos a dar un paseo... -¿Las dos solas? -Sí, las dos... por los prados... a campo traviesa. -Pero, señorita, los prados estarán muy mojados... -Por algún camino... extraviado... por...

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