La persecución religiosa

La persecución religiosa de José María Blanco White ¡Gran Dios, cómo atormenta Con crueldad sin igual, el hombre al hombre! Ya con furia violenta Se arrastran al cadalso y a la hoguera; Ya con malicia refinada y lenta, Impiden la víctima que muera, Y, pues no quiere a discreción rendirse, Buscan cómo obligarla a maldecirse. ¿Y quién es el verdugo, Quién el juez sin piedad? ¿Un sacerdote Del antiguo Moloc infanticida? No; de un Dios (según dice) a quien le plugo, Por amor de los hombres dar la vida. Su ministro se llama y toma el Mote De mansedumbre; Paz es su divisa, Mas ¡ah! qué mal se avisa El que en tal mansedumbre confiado. Duda modestamente Su saber infalible: De repente Verá al Cordero en un León mudado. «No es humano saber, ni saber mío (Responde el Santo Preste, en ira ardiendo) Audaz, mortal, en el que yo confío: Del cielo descendido, Reposó en mí un influjo soberano, Que ha de humillar todo saber humano». ¿Reposó en...

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