La paella del prócer: 1

none Pág. 1 de 4 La paella del prócer Vicente Blasco Ibáñez Fue un día de fiesta para la cabeza del distrito la repentina visita del diputado, un señorón de Madrid, tan poderoso para aquella buenas gentes, que hablaban de él como de la Santisima Providencia. Hubo gran paella en el huerto del alcalde, un festín pantagruélico, amenizado por la banda del pueblo y contemplado por todas las mujeres y chiquillos que asomaban curiosos tras las tapias. La flor del distrito estaba allí: los curas de cuatro o cinco pueblos, pues el diputado era defensor del orden y los sanos principios; los alcaldes y todos los muñidores que en tiempos de elección trotaban por los caminos, trayéndole a don José las actas incólumes para que manchase su blanca virginidad con cifras monstruosas. Entre las sotanas nuevas y los trajes de fiesta oliendo a alcanfor y con los pliegues del arca, destacábanse majestuosos los lentes de oro y el negro chaqué del diputado; pero, a pesar de...

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