La Montálvez: II-16
La Montálvez-Parte II: Capítulo XVI
de José María de Pereda
Mientras rodaba el coche se me iba ocurriendo que podía no ser verdad que las ausencias de Ángel de mi casa consistieran en lo que decía el anónimo; mas como para aclarar la duda se necesitaba un trámite, no corto, y no andaban mis asuntos para prodigar el tiempo en lujos de preliminares, y si lo del anónimo no era la pura verdad, podría serlo, lo sería a la hora menos pensada, lo que yo iba a hacer hecho estaría, y eso tendríamos adelantado. ¡El anónimo!... Pero ¡de quién era la mano que le habla escrito? No podía dar en ello por más que cavilaba, y casi casi la estaba viendo delante de los ojos.
»Detúvose el coche y bajé. Sólo otra vez en mi vida había estado yo en aquella casa, ¡y en qué situación de ánimo tan diferente! Subí la angosta y larga escalera sin tomar un respiro, y llamé.
»Esta vez fuí recibida en la sala, pieza triste y pobre, sin otro lujo que el aseo, el cual relucía...
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