La Montálvez: II-14

La Montálvez-Parte II: Capítulo XIV de José María de Pereda Llegó sereno, llamó con brío, preguntó lo que es de costumbre; y sin aguardar la respuesta, para ganar tiempo y economizar trámites, dio su nombre y apellido antes que se los pidieran. Como si sonaran allí a muy conocidos, abriéronle la puerta de par en par; rogáronle que entrara; le condujeron a un salón que estaba enfrente, y le pidieron el favor de que aguardara unos instantes. El tal salón era un completo museo de riquezas de buen gusto; pero Ángel no tenía los suyos en disposición de entretenerse contemplando aquellas pompas de la vanidad mundana. Miraba sin ver lo que tenía delante de los ojos, y sólo estaba atento a los minutos que corrían sin que saliera la señora cuyos pareceres iba buscando él allí; porque hasta temía que con una larga espera en tan extraño lugar se le fueran entibiando los propósitos y acobardando los bríos. Y minuto tras minuto, corrió más de media hora hasta que...

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