La gaviota (Caballero): 25

Capítulo XXIII 25 Pág. 25 de 33 La gaviota (Caballero) Fernán Caballero Era ya Sevilla teatro demasiado estrecho para las miras ambiciosas y para la sed de aplausos que devoraban el corazón de María. El duque, además, obligado a restituirse a la capital, deseaba presentar en ella aquel portento, cuya fama le había precedido. Pepe Vera, por otra parte, ajustado para lidiar en la plaza de Madrid, exigió de María que hiciese el viaje. Así sucedió, en efecto. El triunfo que obtuvo María al estrenarse en aquella nueva liza, sobrepujó al que había logrado en Sevilla. No parecía sino que se habían renovado los días de Orfeo y de Anfión y las maravillas de la lira de los tiempos mitológicos. Stein estaba confuso. El duque, embriagado. Pepe Vera dijo un día a la cantaora: «¡Caramba, María, te palmotean que ni que hubieses matado un toro de siete años!» María estaba rodeada de una corte numerosa. Formaban parte de ella todos los extranjeros...

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