La gaviota (Caballero): 24

Capítulo XXII 24 Pág. 24 de 33 La gaviota (Caballero) Fernán Caballero Había pasado el verano y era llegado septiembre; los días conservaban aún el calor del verano, pero las noches eran ya largas y frescas. Serían las nueve y aún no había en la tertulia de la condesa sino las personas más allegadas y de mayor confianza, cuando entró Eloísa. -Toma asiento en el sofá, a mi lado -le dijo la dueña de la casa. -Te lo agradezco, Gracia; pero vuestros sofás de aquí, son muebles rellenos de estopas o crin: son de lo más duro e inconfortable que darse puede. -Así son más frescos, hija mía -dijo Rita, a cuyo lado se había sentado Eloísa en una estudiada postura. -¿Sabéis lo que se dice? -dijo a esta última el poeta Polo, jugando con su guante amarillo y extendiendo la pierna para lucir un lindo calzado de charol-. Se dice que nombran a Arias mayor de la plaza; pero lo creo un solemne puff. -Cosas de lugarón, de poblachón, de villorro como es este...

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