La fontana de oro : 44

La fontana de oro Capítulo XLIII Conclusión de Benito Pérez Galdós Deseoso Lázaro de ver a su tío aquella mañana, fue a casa del abate Carrascosa, y allí encontró otra escena de desolación. Estaba el ex-abate en su cuarto, sentado en una silla, con los pies sobre la traviesa, en tal actitud, que parecía un pájaro posado sobre una rama. Apoyaba los codos en las rodillas, sustentando la cabeza con las manos como si quisiera apuntalarla. Su expresión de tristeza era tal, y le hacía tan raro, que el joven no pudo menos de preguntarle: «¿Qué tiene usted, don Gil?». -¡Ay, don Lázaro, qué iniquidad! Se ha marchado. ¿Ve usted qué iniquidad? ¡Yo, que la quería tanto!... Lázaro comprendió que doña Leoncia, el avecilla vizcaína, había volado. «¿Pero cómo ha sido eso? ¿Qué motivo...?». -¡Es la más horrible conspiración!... Ese chisgarabís, ese tunante, el poetastro que vivía en este cuarto, se la ha llevado. ¡Qué horror! ¡Siempre he...

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