La fontana de oro : 30

La fontana de oro Capítulo XXIX Las horas fatales de Benito Pérez Galdós A las cuatro de aquella tarde, cuando, después de salir las tres damas, Clara se encontró sola, quiso satisfacer su curiosidad leyendo la carta que le había dado el abate; pero observó que Elías andaba por el pasillo: tuvo miedo, y la guardó. Media hora después, habiendo Coletilla salido con Carrascosa, se quedó sola, enteramente sola y encerrada. Entonces abrió la carta. Era sin duda de Lázaro, y casi sabía punto por punto lo que había de decir. Pero su sorpresa fue grande cuando miró la firma y vio: Claudio. «¡Claudio!, ¿quién es Claudio?» exclamó con la mayor confusión. La carta decía así: «Ya te he devuelto, amiga mía, a ese joven prisionero a quien tanto quieres. Yo le he sacado de la cárcel donde el infeliz estaba a punto de morirse de hambre y de frío; le he sacado tan sólo porque es tu amigo. Ya sabes que tú y yo somos también verdaderos amigos. Ese joven parece...

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