La fontana de oro : 28

La fontana de oro Capítulo XXVII de Benito Pérez Galdós Se queda sola Cuando Lázaro volvió a su casa, tembló en presencia de Coletilla. Pero bien pronto su terror se trocó en sorpresa al ver que, lejos de mostrarse indignado el viejo por haberle visto en compañía de los frenéticos de la Fontana, estaba un poco menos adusto que de ordinario, y hasta llegó a manifestar cierta benevolencia, que era en él cosa muy rara. Aquella noche y a la mañana siguiente volvió Lázaro a intentar la difícil empresa de ver a Clara. Era cosa imposible, porque el sistema de clausura empleado en la joven por sus tres carceleras, por aquel Cerbero femenino de tres cabezas y tres cuerpos, era inexorable. Clara vivía peor que un cenobita, peor que esos prisioneros de que hablan las historias antiguas, sepultados en vida, cuerpos vivos para el dolor y los horrores de la soledad. ¡Dios tenga piedad de este infeliz! Pero si Lázaro no podía verla, el abate Carrascosa pudo aquel día,...

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