La farisea : 10

Capítulo IX 10 Pág. 10 de 12 La farisea Fernán Caballero Varios meses habían pasado. Volvía la primavera, Hebe de la naturaleza, con todas sus alegrías, que encantan, resplandecen, embalsaman y vivifican los días, y que quitan a las noches su lobreguez. El cielo sacudía sus nubes como la pura fe sus dudas; el viento trocaba sus tristes amenazas en suaves arrullos, y el hombre veía brotar, verdes como la esperanza, las mieses que sembrara repitiendo la oración que su mismo Criador le enseñó:-Danos, señor, el pan nuestro de cada día. Era una noche callada y de calma: la luna, en su lleno, no resplandecía, pero alumbraba, como lo hace en nuestra mente el buen sentido. Esparcíase su modesta luz perpendicularmente sobre el llano en que se extiende Hinojosa, que aparecía como el rodezno de una enorme rueda en el centro del llano. Dirigíase hacia ella un viajero joven con su guía. Este viajero era Luciano Encina, en cuyo semblante resplandecía uno de...

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